TRIANA, HOY TE SOÑÉ

Puente Triana

Mi querida Triana, hoy te soñé entre los requiebros de la nostalgia y el afán de estar en el corazón de tu piel; era lo único que podía hacer mientras el maldito virus no repliegue sus alas de muerte y se abran fronteras…

Me gusta acariciar tus entrañas un día cualquiera, cuando tus gentes van y vienen en sus rutinas. Cuando tus bares se llenan de acentos propios. Cuando mis ojos contemplan a tus mujeres, grandes y chicas, menear sus cinturas de mujer segura de sí misma resonando el empedrado con su gracejo particular, perdidas sus manos entre fogones mientras el pluf pluf de una olla jadea un guiso. O sus manos diestras teclean una melena ensortijá…, o pintan con sus dedos cenefas de antaño y enhebran la aguja fina para un manto virginal.

Un sol meloso acariciaba San Jacinto cuando mis ojos se enredaron en escenas cotidianas mientras el vendedor de incienso hacía las delicias de mi olfato. Un buen rato estuve jugando a las adivinanzas, empapando los sentidos del perfume trianero. Como a una margarita deshojaba cada persona que me rozaba “Este es trianero, aquel no, este sí, este no…” Tal vez ellos no se den cuenta de su propio sello, pero lo tienen y lo exhiben sin apenas darse cuenta, es el dulce encanto de cortesía trianera.

Miré al cielo, esa tarde a Dios le dio por tirar un bote de pintura tan azul y luminoso que, cuando la noche cayó, aún en el Altozano quedaba prendida la luz en sus tonos más anaranjados.

Y esa noche volví a soñar con Triana… Era blanca como la leche pregonando su condición de belleza paria. Sencilla, discreta y pulcra. Alegre por condición, hospitalaria en sus riachuelos internos. Calmada y alocada cuando el momento lo pide, con el alma orgullosa de ser quien, barrio de condición plebeya y a mucha honra. De campana con repique y guitarra de flamenco en su jadear nocturno. Sus portillos acicalados de cancelas y geranios se pierden por costanillas angostas que huelen a naranja… Sí, algún día seré una más entre vosotros, aunque mis acentos delaten que de Castilla vengo.

Te miro y te miro, Triana mía y me embeleso en tu renacer constante, ahora rezas por los difuntos que un virus nos robo sus vidas y bajas de su altar a la mayor Esperanza para que el pueblo la mire de frente y sienta el amor de una Madre en tiempos tan difíciles. Hasta has celebrado un Rocío sin romería, sin pisar la arena del camino, pero tú para reinventarte te revistes de lo que sea para no dar paso atrás ni para coger impulso. Siempre “palante” tú y tus gentes y, así,  recuperar la vida robada de un tiempo que no debió ser. Y entre tanto escombro ahí estás tú, Triana bonita, alzando el vuelo de nuevo como una blanca paloma

…Ya era noche tardía cuando subí al tren de mi destino, después de haberte soñado e imaginado, Triana, la nostalgia me hacía presa, pero en mis entretelas iban cosidos cascabeles recogidos del mismo corazón de Triana.

MªÁngeles Cantalapiedra, escritora

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