Los primeros rayos del sol despuntaban con alegría en el puente, la noche se había ido, cansada pero siempre sonriente. Con el aliento fresco de la aurora había descendido al barrio del sentimiento y el arte. Esa mañana había cambiado el despuntar de la estrella madre en el arco, por la plazuela de la Abuela Santa Ana, busqué la Esperanza por Pureza en lugar de Parras. Era la primera vez que veía volver a la Estrella hecha dulzura trianera, la que con sus manos reparte Salud para mis penas. Ya estaba llegando, al rozar los primeros trazos de la espuma del mar que perfumaban su trono hecho barco, todo se había entregado a Ella. Al llegar a la altura de la Iglesia de San Jacinto, se volvió a su gente para despedirse con elegancia, abrazando a su pueblo, que entre lágrimas y piropos, exaltaban su divina gracia por ser para los trianeros su Reina, Madre y Capitana…
Aquel día me fui con el corazón encogido. Increíble el sentimiento que siente Triana contigo, a día de hoy ni piques ni tonterías, pues Sevilla tiene dos Reinas, que son principio e infinito.
Hoy este humilde macareno, se despoja de la coraza de la centuria, para vestirse de marinero, y aferrarse al timón de tu barco, pa’ decirte muy bajito :
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