Vivir entre monólogos: ¡Que poco te miran Triana!

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Sí, ese soy yo; descendiente de aquel Averroes que miraba desde Sevilla la otra orilla del río mientras mantenía su lucha con Dios; Trayana le llamaban y desde el puente pierdo mi mirada entre los juncos, buscando aquel beso que perdí, porque alguien me lo dio.

Puente de besos, cinturas y miradas, y al cabo de la amanecida, sortilegios de amor porque en Triana: nació el cante, el toque y los volantes, que empujan al mundo su nombre, porque así lo quiso Dios.

¡Que poco te miran Triana! Venteas tu nombre a base de sufrimientos que no te mereces porque no te conocen, y en cada esquina de tu nombre prenden las lágrimas que te sobran, mientras el tiempo con sus zozobras, escriben tu nombre de encajes porque así lo quiero yo.

Seguiré buscando mi beso y si no lo encontrara, mil tendré en las madrugadas, en racimos de verdes suspiros y susurros en los oídos como fuente del amor.

Antonio Casas Rivera

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