El segundo intento se debe a D .Diego Hurtado de Mendoza, primer vizconde de la Corzana, Asistente de la ciudad entre 1629 y 1634, hizo el intento que más posibilidades tuvo de levantar un puente de piedra, asunto tratado en múltiples ocasiones por el Consejo de la ciudad.
A iniciativa suya, Andrés de Oviedo, Maestro Mayor de Obras del Consejo, amigo de D. Gaspar de Guzmán, conde-duque de Olivares, al que pidió apoyo en la corte ,trazó la planta y montea del puente, aprovechando también su entorno. Pensó construirlo en el Bañadero, unos cien metros aguas arriba del de barca existente, donde el río tenía menor profundidad, aunque era más ancho(1150 pies por solo 550 en la Torre del Oro.
El puente era de sillería almohadillada, con más de veinticinco arcos, unos apuntalados y otros, los que cruzaban el río, semicirculares. Las enjutas de estos últimos que eran nueve, se ornamentaron con motivos del Bajo Renacimiento, siendo el proyecto de bien entrado el siglo XVII. Tenía fuertes estribos, con tajamanes y dos rampas de acceso por la margen de Triana.
El 2 de Septiembre de 1631 el vizconde de la Corzana envió al conde-duque de Olivares, una carta con el proyecto, impresa por Francisco de Lira, y un plano, cuyo dibujo grabó entre 1629 y 1630 Alardo de Poma. Dicho grabado se perdió y solo existe una copia de 1696 realizada por el canónigo Ambrosio de la Cuesta y custodiada en el Ayuntamiento de Sevilla.
El proyecto resolvía los problemas técnicos: poca profundidad del cauce, corriente suave y cimentación adecuada. También contenía un estudio económico que permitía financiar sobradamente los cinco mil ducado de presupuesto.
No obstante, se rechazó. Lo impopular de financiar con impuestos o gravando las mercancías de consumo y la cobardía de la Corte ante la alternativa que daba el proyectista de detraer de Cádiz o Gibraltar, ingresos anuales que provenían de Sevilla, dejaba a la ciudad con su antiguo puente de barcas, que según el cronista Ariño» tiene la tablazón tan desigual que apenas puede, a pie, pasar la gente, cuanto más las bestias de carga.
Angel Bautista Guerrero
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