DEL BESO Y EL ABRAZO

Triana, abrazo,

Mi querida Triana…

Hoy podría contarte una historia, la que sea, para eso soy cuentista, sin embargo, mis mimbres me piden que charlemos tú y yo, mano a mano, de corazón a corazón en una mañana de domingo en que la pereza se enreda en nosotras. Digo lo de nosotras porque tienes nombre de mujer, pero eres un barrio por lo tanto un sustantivo, conjunto de personas que engloba tanto mujeres, hombres y niños.

Triana eres completa hasta en eso.

El verano se acaba, aunque no tus calores que, aún se dilatarán en ti unas semanas más, y seguirás brillando a la vera del Guadalquivir, entre puente y puente, entre amaneceres rojizos, tardes de plata, y anocheceres anaranjados y violetas. Entre ese murmullo cada vez más apagado que trae la alegría que corría por tus calles…

Ahí me duele, Triana, hablar en pasado porque, ¿quién hace la esencia de un barrio? Sus gentes y a esas personas como a las mariposas nos han cortado las alas, y el júbilo y el gozo han mutado a miedo, a prevención, recelo, a silencio.

Echo de menos muchas cosas, Triana. En tierra de Castilla y reino de León, sus gentes son secas, crecen hacia adentro, buscan el calor fuera de los confines callejeros. Campos de brumas, polvo dormido, caminos silentes y calladas espadañas. Pero tú, mi Triana bonita, eras bulla y regocijo hasta en el campanario más recóndito. Eres música celestial adorando a tus Vírgenes piadosas, a tus Cristos dolorosos, un ir y venir sin parar un instante para coger aire. No lo necesitabas, eras puro abrazo, beso de madre, palmada en la espalda y apretón de manos.

Y, ahora, ¿en qué nos han convertido? En enmascarados de grandes a chicos, ni besos ni abrazos, ni santos, ni rezos. Nos desnudan quitándonos nuestra esencia de dar y recibir…besos y abrazos. Solo nos queda la mirada que, a veces, sonríe remarcando sus hoyuelos en sus ojos.

¿Dónde fueron, Triana mía, esos besos de enamorados, de madre, hijo, compadre y hermano?

¿En qué punto del camino, Triana mía, nos prohibieron ese abrazo que calienta, ama, florece, y consuela al espíritu más entristecido?

¿Dónde, dime dónde nos robaron la textura suave y tierna de un beso, el aroma y la calidez de un abrazo? Dime, dime dónde, Triana, nos expoliaron la esencia de nuestro ser.

Pronto llegará otoño y a tus brazos quisiera ir, aunque solo sea para mirarte de perfil o de costado y si me dejan, de frente. Pero es que ni los proyectos podemos proyectar, todo cambia en un segundo, y en un sinvivir nos hallamos.

Entretanto esto pasa, no me olvides mi Triana bonita pues algún día no tardando y a lomos de un AVE volveré a besarte y abrazar ese tu cuerpo, más bello que ninguno.

M Ángeles Cantalapiedra, escritora

©Largas tardes de azul ©Al otro lado del tiempo ©Mujeres descosidas ©Sevilla…Gymnopédies ©Un lugar al que llegar