Diccionario trianero_7

Aguas.– «Sólo le falta a Triana aguas de fuentes -refería el historiador González de León en 1839- pudiendo tener la más abundante y mejor de la ciudad por la cercanía del pueblo de Gelves y otros de donde pudiera haberse traído sin gran costo si el Ayuntamiento hubiera cuidado de esta necesidad».

Cierto que el famoso Asistente Arjona elaboró en 1833 un proyecto de abastecimiento de agua a Triana que entonces abastecía de pozos y del río, pero todo quedó en los papeles. Tuvo el arrabal que padecer los terribles daños del cólera para que en 1885 se instalaran por debajo del puente de Triana unos conductos que fueron retirados pasados los efectos del contagio. Sin embargo, la Compañía Inglesa concesionaria del servicio,  se comprometió al suministro definitivo poniéndose en macha el proyecto de la Pasadera de Aguas (puente de tablas).

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A comienzos de siglo existían fuentes públicas -no municipales- en la plaza de abastos, el Altozano, San Jacinto, plaza de la Victoria (antes de la edificación del colegio Reina Victoria), Betis y Chapina. Pero las aguas más ricas llegaron del manantial de Tomares hasta unos depósitos instalados  en una casa de la calle Betis. Y lo curioso es que la traída de Tomares se efectuó con el objeto de dar salida de un excedente de tuberías de plomo en los almacenes de un industrial de Sevilla. Tantas alabanzas mereció este agua que no faltaron en la plaza del Altozano puestecillos que la sirvieran en los calurosos atardeceres veraniegos a propios y extraños, teniéndose como un privilegio. El Duque de Rivas en su drama escénico «Don Álvaro o la fuerza del sino», plantea el primer cuadro junto al pretil de un aguaducho en el Altozano, donde van a beber agua de Tomares las gentes principales y el pueblo llano.

Recordemos, no obstante, aquella soleá que con escondida intención y evidente desamor proclamaba:

El agüita de Tomares,

tanto como la bendicen

y lo poquito que vale.

Tras el funcionamiento de la Pasadera, comenzó el barrio a disfrutar del «agua dulce», además de la filtrada del río que se solía usar en las necesidades higiénicas y cuya instalación, por deficiente, ocasionó graves problemas que no fueron subsanados hasta 1933. En 1940 fructificó la operación denominada Gran traída de Aguas, creándose el complejo del Carambolo que se surte de los pantanos de la Minilla y Aracena.

Aguas, Hermandad de las.– El primitivo título de esta hermandad fue el de Santísimo Cristo de las Aguas y Nuestra Señora del Mayor Dolor. Su formación acaeció en 1750 en la iglesia de San Jacinto, celebrándose estación al año siguiente. José Bermejo y Carballo en su «Glorias Religosas de Sevilla», refiere en 1882 el auge y decadencia de la cofradía que finalmente impulsa un grupo de jóvenes del barrio. La hermandad de las Aguas, que en principio presentaba un solo paso, fue víctima en sus imágenes y enseres de un gran incendio que afectó a su capilla de San Jacinto el año 1942, última Semana Santa que pasa el puente. Posteriormente ha pertenecido a distintas parroquias sevillanas saliendo actualmente de la capilla del Rosario (Postigo) totalmente recompuesta y con tallas modernas. Manuel Adame fue el capataz de esta hermandad durante los años setenta.

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