Entramos en Santa Cecilia antes de seguir por San Jacinto

Santa Cecilia, Triana,

En la acera de enfrente comienza la Avenida de Santa Cecilia, calle que da paso a la barriada del mismo nombre formada por cientos de pisos construidos a principio de los años sesenta. Merece la pena cruzar y caminar unos pasos por esta avenida hasta llegar a la primera esquina que aparece a vuestra derecha. Allí comienza una calle sin salida donde se ubica Casa Ruperto.

Desde 1970 lleva este bar sorprendiendo a sus clientes con el ambiente de su terraza, la diligencia de sus camareros y desde luego con su tapa estrella, la codorniz frita en adobo que allí llaman pájaro, aliño creado por el fundador Ruperto Blanco que le ha dado fama en toda la ciudad. Aunque no se quedan atrás sus pringás, sus hamburguesas con mostaza casera ni sus cabrillas.

Después de esta obligada visita a toda una institución en la Triana más popular, volved de nuevo a la calle San Jacinto hasta llegar al comienzo de la calle Olivares, esquina donde el trasiego de personas y coches refleja que nos encontramos en el tramo más comercial de la calle. Después seguid hasta llegar a la calle Peñaflor, el corazón del que fuera uno de los más grandes y conocidos comercios de aceitunas de Triana, El Almacén del Inglés, como se le decía en el barrio.
Desde los años veinte se sabe de la existencia de esta empresa, levantada sobre alguna de las numerosas huertas que se extendían a ambos lados del camino rural que fue durante mucho tiempo la calle San Jacinto. Aunque fue en 1930 cuando se hizo cargo de ella Ernesto Peter, empresario británico que impulsó el negocio de la elaboración de las aceitunas de mesa. Sus cientos de trabajadoras se dedicaban a deshuesarlas no sin asumir el riego de perder algún dedo con las peligrosas máquinas que utilizaban, rellenarlas con pimientos, anchoas y coliflores, y por último envasarlas para exportarlas más allá de nuestras fronteras.
El almacén llegaba hasta la calle Evangelista, lindando con el campo de deporte del colegio de los salesianos y con la trasera del dispensario de la Cruz Roja. Sobre ese inmenso solar que ahora ocupan las calles Olivares, Peñaflor y los bloques de pisos que las rodean, se levantaban cuatro grandes naves donde trabajaban hasta cien mujeres en cada una. Detrás se almacenaban miles de barriles llenos de aceitunas en salmuera o ya preparadas para su distribución.

El Almacén del Inglés cambió de dueño en 1937, adquiriéndolo la multinacional norteamericana Heinz, que lo explotó hasta su cierre definitivo en 1958. Después, como ya hemos visto tantas veces, fueron las inmobiliarias las que se hicieron con los terrenos transformándolos en lo que ahora vemos.
La calle Peñaflor es en la actualidad un lugar de esparcimiento del barrio, una plaza donde juegan los niños en el parque infantil que en ella se ubica y los mayores desayunan o cervecean en las numerosas terrazas que sus bares les ofrecen.

Y así podréis sentaros en las mesas de la Tapería Burlón, la Taberna-tienda La Ibérica y el Bar Verdúo-Triana, este último poseedor de una cocina innovadora que destaca por sus elaboraciones del atún de almadraba. O en las de los bares de la fachada de enfrente El Buchito Fresquito y el Mesón Metrópolis.

Pero estos Callejeos tienen mucha Triana por recorrer, así que dejad atrás este animado lugar y continuad caminando por la calle San Jacinto hasta llegar a la siguiente esquina, donde comienza la calle llamada ahora Esperanza de Triana, rotulada con el nombre del político José María Martínez Sánchez-Arjona hasta el año 2009.

Sería el Viernes de Dolores de aquel año cuando se inaugurara el nuevo nombre y el retablo de la Virgen de la Esperanza con su indumentaria hebrea que veréis en su esquina, realizado por el hermano de la corporación de la calle Pureza el pintor ceramista Ángel Lora Serrano. El acto fue uno más de tantos que se realizaron para celebrar el XXV Aniversario de la Coronación Canónica de la Esperanza trianera, que culminó con una procesión extraordinaria a la Santa Iglesia Catedral.
Justo en los lindes de esta amplia avenida comenzaban los terrenos de otra emblemática empresa del siglo XX, la Fábrica de Azulejos Manuel Ramos Rejano.

Fue fundada en el año 1895 por este industrial originario de Palma del Río en unos terrenos de la zona de Los Remedios, trasladándose en 1905 a este lugar, donde ya desarrollaría su actividad definitivamente.
Los trabajos de Ramos Rejano destacaron por la limpieza de sus esmaltes trasparentes, por sus dorados y sus reflejos metálicos además de por la técnica de sus cochuras, todo ello a pesar de competir con la cerámica de García Montalván y la loza de la fábrica de Píckman en la Cartuja, gracias, desde luego, a contar en su plantilla con verdaderos maestros ceramistas como fueron Manuel Vigil Escalera y Enrique Orce Mármol, como ya vimos.

Don Manuel murió en 1922, quedando primero su viuda y después su hijo Manuel Ramos Villegas a cargo del negocio, que perduró hasta 1965. Un año antes de su muerte, Enrique Orce pintaría su retrato en el retablo cerámico que representa la Coronación de la Divina Pastora que se encuentra en el atrio del Convento de los Capuchinos de Sevilla, quedando su imagen de esa forma para la posteridad.

Ahora, el solar de la fábrica de Ramos Rejano lo ocupa el Instituto de Enseñanza Secundaria Triana. En su fachada puede verse una placa de azulejos que recuerda aquella importante industria. Y en su interior se aloja Radio Triana, la emisora del barrio que impulsara Manuel Cid el año 2011. Desde entonces ha sido la voz de Triana, por donde han pasado numerosos personajes del barrio y se han radiado variadísimos programas divulgativos con Triana como eje principal.
En la acera de enfrente aparecerá ante vosotros una de las puertas del que fuera Almacén General de Hierros y Maderas, establecimiento levantado en 1918 sobre uno de los plantíos más grandes de Triana, la Huerta del Canónigo, por la sociedad Hijos de Miguel Fernández-Palacios, empresa constituida en el año 1897 de la que fue gerente don Pedro Fernández-Palacios Labraña y que daba continuidad al negocio de maderas e hierros establecido por su padre en 1856, en los terrenos del antiguo convento de San Agustín de Sevilla.

Don Pedro fue un hombre de su tiempo, fundador el periódico La Unión, presidente la Junta de Obras del Puerto y representante de Sevilla como diputado a Cortes y asambleísta durante la dictadura de Primo de Rivera, quien visitó sus almacenes en el año 1928. Fue el mismo día que inauguraba el local de su partido en la calle San Jorge, la Unión Patriota, del que Fernández-Palacios era presidente en Sevilla, local donde después estuviera la Peña Trianera como quedó reseñado en la primera parte de estos Callejeos por Triana.

Pero si por algo fue conocido don Pedro fue por su dedicación a la beneficencia al crear, junto a sus hermanos, la Fundación Protectorado de la Infancia, obra benéfica iniciada en 1903 por su madre, doña Antonia Labraña, de acuerdo con el director general de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, que consistió en la fundación de un colegio en la calle San Jacinto regentado por las monjas, al principio en una pequeña casa y desde 1915 en el espléndido edificio de inspiración modernista proyectado por el arquitecto Arévalo Martínez, que es el actual Colegio del Protectorado de la Infancia que ahora tenéis delante.
Don Pedro Fernández-Palacios contó con la importante ayuda de su hermana doña Gracia, quien junto a su marido, don Francisco Recur Solá, el mismo que patrocinara el Dispensario de la Cruz Roja, lo apoyaron en el sostenimiento de la institución, que se amplió con un segundo colegio en la calle Santa María la Blanca. El patronazgo de la familia Fernández-Palacios llegó hasta el año 1982, cuando el establecimiento quedó adscrito al Colegio del Rosario que también regentaban las Hijas de la Caridad en la calle Pagés del Corro.
En la actualidad el Colegio del Protectorado imparte clases de Educación Infantil, Primaria y Especial, actividad que a lo largo de los años ha ido formando un sólido vínculo entre el barrio y la familia vicenciana.

Frente al colegio veréis una calle que desemboca en San Jacinto, la calle Justino Matute.

(Continuará)

 

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