LAURA

Si hay algo que sabemos hacer bien los españoles es criticar, lo que sea, el caso es armar un corrillo, una tertulia improvisada y darle a la sinhueso que es como se dice en mi tierra a los que no pararan de hablar de lo divino y de lo humano, como si entendieran de todo y de nada. Es fácil hablar y si se trata de juzgar, enjuiciar, censurar, murmurar, vituperar, hay oídos prestos a escuchar, sin embargo, para elogiar y alabar apenas existen lenguas y oídos.

Y yo vengo este Domingo de Resurrección cruzando el Puente de Triana despacito, deleitándome de los días pasados en esta Semana Santa tan atípica, pero he de recordar que el año pasado la pasamos colgados a una ventana o a un balcón y este año nuestros pasos han ido y vuelto con cierta libertad de improvisación yendo y viniendo a donde nuestra querencia nos llevara dentro de los límites estipulados por la ley.

Si hay un lugar donde los puristas crecen como setas es en Sevilla, claro que en mi tierra Valladolid, van a la zaga por ese temor a perder su esencia e idiosincrasia. Empero, si algo hemos aprendido en estos últimos tiempos que recorren nuestras entretelas es a disfrutar de instantes efímeros, a improvisar y aceptar lo que llegue de buen agrado, no nos queda otra.

Y de estos siete días de Pasión he sentido muchos momentos de pellizco en el corazón emocionado entre otras cosas por el buen hacer y predisposición humana y hasta he rezado de otra manera tan intensa como yo he querido que fuera. La gente se quejaba de las colas a la entrada de los templos y pregunto, ¿no habéis aguantado alegremente la bulla en otras Semanas Santas? Los académicos de la tradición han criticado que los pasos, algunos, tomaran estos días otra composición, otra puesta muy distinta… Y yo me quedo con esa buena voluntad de acercar al paseante, al creyente, una pasión muy distinta a la que hubiera querido, pero se ha esforzado por mostrar una bella estampa… Por ejemplo, cuando vi al Cachorro, en medio de nave, desnudo de cualquier artificio, sin ni siquiera las potencias, creí estar tocando el cielo con el corazón.

Hasta se ha temido que el fiel se desacostumbre a los hábitos y costumbres pasadas; no lo creo. El que mama de sus ancestros no olvida. Claro que nos han faltado muchas cosas y los recuerdos caían de la memoria como aguaceros tristes y sentimentales, pero no ha faltado la fe de lo hermoso, de la creencia, la nota de incienso llegar al olfato de tu sentir y, aunque extraño, el aroma de un silencio escrupuloso por la hora de toque, ahí han estado las televisiones, periodistas de raza y hermandades para llevar a tu hogar otra realidad mientras no retorne la otra que hemos vivido desde que nacimos.

Me quiero quedar, mis queridos trianeros, con la voz de Laura como colofón de esta Semana Santa que se me ha antojado íntima y personal. Laura, la saetera cantando en el silencio de la Madrugá a nuestra Esperanza, humilde madre, vestida de hebrea impresa la belleza de lo simple con la cruz desnuda en un calvario improvisado de flores exquisitas. La voz de esta mujer entraba en cada descosido de nuestras personas, era un llorar, un rezo rezando. En Laura Gallego, ganadora en su tiempo del programa Se llama la copla, me he visto representada como mujer, madre y ser humano orando con fervor y sentimiento inusitado… Tan femenina, tan mujer de raza, tan fuerte con voz clara y alta en la pura imagen de la soledad y el dolor clamando Esperanza en la Madrugá en la calle Pureza. ¡Gracias, Laura! Lograste emocionarme en lo más hondo, expresaste lo que yo no sabía manifestar, ni siquiera exteriorizar.

Mi bonita Triana demos las gracias por seguir vivos, por sentir y expresar regocijo siendo conscientes de la ayuda que nos prestan los demás para vivir nuestros íntimos deseos.

¡Feliz Pascua, Trianeros! Nuestro Señor ha resucitado.

MªÁngeles Cantalapiedra, escritora

  1. Maravillosa fotografía de Jesús Daza.