TRIANA PON TU BRAZO

Mi querida Triana… Las aguas vienen revueltas y, algunas, desbordadas.

Las ganas de juerga, recuperar el tiempo perdido, tus tradiciones emblemáticas, el ansia de sentirse sano, el deseo de la vuelta a la normalidad, todo eso hace que los niveles de ansiedad se disparen y, en un momento dado, incluso mandemos a las medidas de seguridad en la lucha contra la Covid a tomar café. Pues no, Triana, no sucumbamos a esa tentación maldita por muy artos que estemos de este presente que se alarga tanto que se nos hace demasiado eterno.

Si queremos construir un presente coherente que nos lleve a un futuro deseado, regresar a nuestras estampas cotidianas y más queridas, no nos queda otra que sumarnos a las reglas del juego por mucho que nos desagraden.

Te voy a contar un secreto a voces, en “petite comité”, Triana: soy la persona más miedosa del mundo, vamos, que pensar en enfermedades, se me electrizan las manos, los pelos, y las piernas, y el alma, y la cabeza se me va a desbarrar a la orilla del mar; pierdo el control de mí misma. Cuando comenzó esta pesadilla del bicho invisible, me leía todo todito. Mi casa no era un hogar normal y sí una vivienda bañada de alcohol, y mis manos su piel en carne viva de tanto gelidroalcohol. Apenas salía, bebía de medio lado en los bares…, vamos, lo que toda la vida se ha llamado una histérica de manual.

Soñaba con el remedio infalible para que el bicho siniestro no entrara en mi cuerpo y, por fin, llegó. En un santiamén la población iba a estar salvada, pero no llegaron suficientes vacunas y cuando reanudaron su llegada, las autoridades comenzaron a encontrar defectillos en algunas. Las retiraban, las volvían a poner, luego cambiaban la escala de edad para suministrarla, luego modificaban los criterios y era café para todos. Y, mientras tanto, la población asistía “acojoná” a los vaivenes de nuestras autoridades.

Triana, yo me he sentido cobaya, sí, rata de laboratorio, pero aún así, yo quería el pinchazo en el brazo sí o sí. Necesitaba cortar la cabeza, las extremidades, su todo, al miedo y seguir disfrutando de la vida, aunque entretanto me llamaban para suministrarme la panacea para sobrevivir al maldito bicho, yo seguía con mi ingesta de información. Igual igual que si estuviera preparando mi tesis doctoral, esa que por “floja” un día abandoné.

Total, me llega un mensaje al móvil y me citan para el día D; Triana, se me cayeron los palos del sombrajo, literalmente me entró colitis, no porque me fueran a vacunar, no, no, sino porque me iban a poner la vacuna que además de dejarte espachurrado un par de días, te pueden dar los siete males del apocalipsis, y vete tú a saber si te quedas aquí o te vas al otro mundo y si te quedas, a ver cómo te quedas.

Me pasé veinticuatro horas deshojando la margarita “Voy, no voy, voy, no voy” hasta que una voz conocida en la radio, parecía que Carlos Alsina me estaba hablando a mí en particular, me preguntó “¿Quieres vivir?, ¿cuántas veces has leído el prospecto de un medicamento?” … Triana, el tío llevaba razón, en mi vida he leído un papel, que es más largo que una ristra de ajos, porque lo que me receta mi médico es ley y, además, no me voy a estar amargando la vida leyendo las contradicciones, todos los medicamentos las tienen.

Así que, mi querida Triana, dejé encerrado bajo siete llaves al miedo y me fui a poner el brazo y que me pincharan la AstraZeneca. Sí, quería seguir viviendo, continuar disfrutando de los regalos que a veces la vida me hace merecedora y me vacuné.

Triana, por Dios, ve a vacunarte, ni lo dudes. Claro, te estarás preguntando qué tal los días después del pinchacito… Ni te cuento, he tenido de todo y más, pero ahora estoy feliz. El fin justifica los medios.

Carlos Alsina, José Coronado, el Boris inglés, sí, el de los pelos mal peinados, se han vacunado con la AstraZeneca, bueno, y vuestra escritora favorita que soy yo, también.

Triana, pon tu brazo, no tengas miedo, no rechaces la ayuda que te brindan para ver el horizonte de tu vida disipado.

¡Feliz semana, mis trianeros!

MªÁngeles Cantalapiedra, escritora