Desde San Martín de Porres entramos a San Jacinto

Salesianos Triana

Dejad atrás la Plaza de San Martín de Porres y entrad en la calle San Jacinto, el verdadero corazón del barrio, como ya se dijo en la primera parte de estos Callejeos, eje central que dividía la zona alfarera del norte de la marinera del sur y salida natural de Sevilla hacia San Juan de Aznalfarache, Coria y Tomares, y que nosotros utilizaremos como entrada en esta segunda parte de Callejeos por Triana.

Este es el tramo más alejado del puente y por tanto el último en urbanizarse, como ya veremos. Ahora es un eminente foco comercial y lugar de paso de todo el vecindario, como era la Plaza San Martín de Porres.

A poco que andéis veréis un edificio singular haciendo esquina con la primera calle que aparece a vuestra derecha. Se trata de una bella casa de estilo regionalista proyectada en 1917 por Antonio Gómez Millán con la colaboración de su cuñado, el insigne Aníbal González, por encargo del comerciante Cristóbal Lozano. En sus bajos os encontraréis con uno de los numerosos establecimientos que la cadena Cien Montaditos tiene por toda Sevilla, apareciendo su terraza siempre llena de clientes que dan a esta esquina un ambiente bullicioso y popular.

Entre su decoración de paneles de azulejos destaca uno que llama la atención. Se trata del anuncio del Café La Negrita, colocado en los años veinte cuando el local era una taberna que vendía vinos que traía Cristóbal Lozano del Aljarafe y que almacenaba en un local en la cercana avenida de Santa Cecilia, bar que mucho después sería conocido por la calidad de sus caracoles Esta esquina se puede considerar el límite hasta donde llegaban los terrenos de la industria trianera que se extendía desde la trasera de la iglesia de San Jacinto, como ya iremos viendo, antes inmensas huertas de cultivo.

Pero ahora es el momento de aprovechar el anuncio de La Negrita y recordar a su autor, Enrique Orce Mármol, que tuvo, además, su vivienda y su taller aquí cerca, por donde debéis introduciros momentáneamente, la calle Condes de Bustillos.

El prestigioso ceramista nació en Sevilla en 1885. Fue primero alumno y después profesor de la Escuela Superior de Artes e Industria de Sevilla, comenzando a trabajar en 1917 en los talleres de Ramos Rejano, donde destacó por sus cualidades como pintor ceramista y escultor, aunque la mayoría de su vida profesional la pasó en la fábrica de Tova Villalva, situada en el barrio de La Calzada. En los años cuarenta se instaló definitivamente en Triana, abriendo taller en el número 11 de esta calle, llamada entonces Juan Cotarelo en recuerdo del conocido industrial del barrio.

Entre las obras de Enrique Orce destacan sus trabajos en cerámica artística para la decoración de la Plaza de España y el edificio Coliseo, el paño cerámico de la calle Tetuán del coche Studebaker, así como el anuncio del café La Negrita que acabamos de ver. Y entre sus esculturas la talla sedente de María Auxiliadora esculpida para los salesianos de Triana, sus vecinos como pronto veremos. Su última obra fue el retablo cerámico de la Virgen de la Soledad de San Buenaventura colocado en la calle Carlos Cañal, donde nos legó su saber ceramista y escultórico en uno de los retablos más bellos de Sevilla.

Dejad atrás las viviendas del primer tramo de la actual calle Condes de Bustillos y caminando por ella llegad hasta la parroquia de San Juan Bosco y al Colegio Salesianos de San Pedro.

Fue a finales del siglo XIX cuando los salesianos de Sevilla afincados en la Trinidad expresaron su idea de abrir un colegio en Triana, aunque el proyecto no se vería hecho realidad hasta que participaron en él doña Dolores Armero Benjumea y su sobrino don Pedro Armero Manjón, conde de Bustillo. Y para ello, el que fuera alcalde de Sevilla en los años 1926 y 1927, adquirió la antigua y amplia Huerta de San Joaquín, terrenos que se extendían hasta el convento de San Jacinto, así como otros terrenos aledaños que llegaban hasta la calle donde ahora estáis, suelos donde se acabó construyendo la fábrica de cerámica de Ramos Rejano, un gran almacén de aceitunas y el Dispensario de la Cruz Roja, quedando la parcela más alejada, justo enfrente del conocido como campo del orozúz, ésta donde ahora hemos llegado, para el colegio de los Salesianos.
Las obras comenzaron en 1926, sufragándose su construcción gracias a las aportaciones de los vecinos y a la labor recaudatoria de una Junta Pro-escuela que dirigió el entonces párroco de Santa Ana, lográndose inaugurar el colegio nueve años después aunque sin terminar. Miguel Rodríguez Rumbao, uno de los fundadores, narró así los primeros días:

La Casa estaba sin terminar. No teníamos ni puertas ni ventanas y se estaba instalando la luz eléctrica. El maestro Dalmau se multiplicaba al frente de las obras. Comíamos y dormíamos en la Trinidad. Los chicos nos esperaban en el puente y seguían corriendo detrás del tranvía hasta la Cruz Roja, donde nos bajábamos entre el griterío jubiloso de los chavales. ¡Era un espectáculo!

La Guerra Civil paralizó las obras, que se dieron por concluidas en el año 1944 con la inauguración y bendición solemne por el cardenal Segura de la iglesia del colegio, puesta bajo la advocación de María Auxiliadora. El periódico ABC de Sevilla publicó el día 25 de marzo de aquel año la noticia y parte del discurso que el prelado diera en las Escuelas Salesianas de San Pedro, como se comenzó llamando al colegio:

Felizmente se ha coronado esta obra, merced a donativos generosos, con un templo solemnemente bendecido, alzado en un barrio tan necesitado. El templo es el alma de la Casa. Por eso es tan meritoria la construcción de esta iglesia en tiempos difíciles (…) Las oraciones hacen descender del trono de Dios su misericordia. Que sobre esta casa, y la ciudad, y la Archidiócesis, y la nación, y la Iglesia descienda la divina misericordia.

Fijaos que el colegio está formado por un pabellón central de tres plantas, rectilíneo y de estilo regionalista realizado con muros de fábrica de ladrillos, al que acompañan otros dos edificios que sobresalen a ambos lados, la iglesia a la izquierda y el salón de actos a la derecha, recinto usado durante muchos años como cine al servicio del barrio, como lugar para obras de teatro e incluso utilizado para los pregones de la Sema Santa.

En su fachada destaca el escudo salesiano formado por 129 azulejos pintados a mano, colocados en 1935, año de la inauguración del colegio, así como un impresionante panel cerámico donde se representa a San Juan Bosco rodeado de niños. Fue pintado por el ceramista José Pesquero en la fábrica de Mensaque, Rodríguez y Compañía ese mismo año. La iglesia, convertida en parroquia en 1944, presenta, sin embargo, en su fachada, un retablo cerámico dedicado a María Auxiliadora.

El interior está formado por una nave central cubierta por una bóveda de cañón con coro a los pies, y una lateral, donde existe una puerta que comunica con el patio del colegio. Aunque lo más destacado en su interior está en el altar mayor, y como os habréis imaginado se trata de la imagen sedente de María Auxiliadora realizada por Enrique Orce, como ya dijimos, además de una imagen de don Bosco realizada por José Luis Pires. Ambas tallas salen en procesión de gloria todos los 24 de mayo, fecha muy esperada por los devotos de la La Sentaíta de Triana, como le dicen cariñosamente en el barrio, que la acompañan durante todo su recorrido.
Aunque también es digno de destacar del interior de la iglesia el programa decorativo de las paredes, formado por frescos realizados por Francisco Hohenleiter.

Después de visitar la iglesia entrad si podéis en el patio del colegio, verdadero icono del lugar, salón de actos al aire libre y sitio de reunión y recreo de los primeros alumnos. Fue diseñado en forma semicircular bajo la influencia del teatro romano de Mérida que Gómez Millán acababa de reconstruir cuando lo proyectó, según refiere el profesor Villar Movellán en el siguiente párrafo publicado en su libro Arquitectura del Regionalismo en Sevilla: 1900- 1935,:

Es curioso hasta qué punto la restauración de la escena del teatro romano de Mérida, influye en el planteamiento de una de las obras más interesante de este arquitecto: el colegio Salesiano de Triana:
Lingüísticamente es Regionalismo Neobarroco conjugando lienzos encalados con ladrillo visto. Ya en el proyecto se observa el ático corrido con medios puntos entre pilastras y el interés por mover el remate de la fachada de la iglesia que termina en una espadaña, luego sustituida por una torre. Pero la planta es como la versión libre de un teatro romano.

De la visita que el autor de estos Callejeos realizó a este patio, le quedó en el recuerdo su primoroso zócalo de azulejos de la fábrica de Montalván, donde aparecen numerosas cartelas representando la vida del santo salesiano, obra de arte realizada en 1928 por el pintor ceramista Guillermo Moreno, así como un inmenso panel cerámico en la segunda planta donde aparecen los benefactores del colegio, los condes de Bustillo doña María Luisa Diez Hidalgo y don Pedro Armero Manjón.
Jesús Luengo Mena, secretario de la Asociación de Antiguos Alumnos de Triana, esbozó para la página web del colegio una breve historia que remata con este párrafo:

Popularmente se conoce a la Casa como “la Universidad de Triana”. Por algo será.  Miles y miles de jóvenes nos hemos educado en esta Casa. Algunos ocupan hoy día cargos relevantes en la sociedad sevillana, otros simplemente desarrollamos nuestra profesión sea cual sea, pero todos llevamos en el corazón –y en la cartera– la estampa de nuestra Madre Auxiliadora que, sentada, siempre nos está esperando porque una Madre no se cansa de esperar.

Hasta el final de la calle se extienden las nuevas instalaciones del colegio construidas en tiempos modernos, aunque estos Callejeos nos obligan a volver sobre nuestros pasos y regresar a la calle San Jacinto, por donde prosiguen.

(Continuará)

 

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